Julián Rodríguez

Perder un día.

Unos días en cama en la vida de un fotógrafo inquieto.

Me duele la espalda, no me puedo tener en pie y dependo de analgésicos y corticoides para poder salir de un estado de dolor permanente. A pesar de esto no puedo parar,  necesito leer y escribir. No puedo parar.

Cuando pareciera que el hacer de cada día es imprescindible, que los minutos urgen, que nuestra participación es imperiosa y que ya no hay posibilidad de frenar la acción, puede pasar que la suerte nos demuestre que la actividad por si sola no sirve mas que como un placebo. Esta verdad, tan sabida como otras tantas obviedades de la existencia, suele refrescarse automáticamente en los aciagos momentos en los que el conjunto de realidades conjugadas, nos da la sensación inequívoca de estar donde y como no debiéramos.

Para quien lo quiera ver, o al menos para quien no lo pueda negar, la sensación de equivocación florece como una sorpresa. Me inquieta no entender el funcionamiento del conjunto de situaciones; experimentar una consecuencia como accidente y negarme a explicármelo por el atajo de la causa única, es como mínimo, una situación de responsabilidad existencial. Recuerdo que en condiciones habituales el pensamiento funcional y cotidiano se activa y le asigna la responsabilidad a un factor, a uno sólo y no al sistema que lo permite. Es curioso que la cotidianeidad nos afecte de tal modo, que nos haga creer en la eficiencia de los atajos, hasta el punto en el que nada nos remita a la complejidad de los sucesos cotidianos. A la lluvia de causas que nos afectan y determinan.

Me asombra saber que he recorrido mucho camino y haber visto tan poco el paisaje. Tengo la sospecha de haber pasado por varios carteles indicadores y no haberlos leído. Sospecho que esta frenada podría ser la posibilidad de ver con mucha mas claridad, todo esto que me rodea. Existe a la vez una extraña jactancia de practicidad aplicable a quienes ven soluciones rápidas a problemas complejos. Hoy la detecto completamente errada y maliciosa. El pensamiento práctico y pragmático, sería la dosis placebo en relación con este problema, ya que exporta la metodología de la causa única a toda otra forma y a todo otro conflicto.

Tal vez, perder un día, sea la muestra de cuantos sigo derrochando. He podido descubrir que algunas de todas las obviedades no lo son y que observando con mas cuidado pueden verse algunas pistas que tienen que ver con verdades casi secretas. Hay un viento de dispersión que desconcentra y disipa toda posibilidad de profundizar en estos hallazgos y que funciona de maravillas en el pensamiento urgente e inmediato. Todo “urgentista” se vanagloria de la solución pronta y es en ese punto en el que compra la condición de no freno a su relación de ideas. De esta manera se construye un sistema de soluciones sin reflexión, como simple reflejo, que para volverse válido debe extrapolarse a toda situación, como si por darle utilidad en varios dilemas, debiera ser útil para todos los conflictos posibles.

El pensamiento pragmático acelera en vez de profundizar, vé mas rápido y mucho mas en superficie que en forma integral, aplica soluciones inmediatas cuando se sabe que no hay muchas de ese tipo, que además funcionen. Aplica caminos de rutas que ya no existen. Pero resulta que quien cree en el método suele forzar las situaciones de tal manera que no haya frente a él un ejemplo que lo derribe en su pretensión universal, falaz y superfluo. Construye atajos que permiten encontrar paralelos entre la realidad y lo que percibimos. Así se diluyen las posibilidades de ver otras formas para entender lo que sucede; así un atajo se hace bastión de posibles interpretaciones que tapan mas que la situación, a un método que ya es toda una forma de vida.

En el momento en que escribo dudo acerca de la validez de mis dudas y de las extrapolaciones semánticas. Sospecho que puede tratarse de un nuevo ardid del pensamiento para esquivar las responsabilidades compartidas. Intuyo que si pruebo extrapolar estas dudas al territorio de mi labor como docente en fotografía podría encontrar paralelos que suavicen lo terrible de mi participación como responsable único y solvente de los daños provocados.

No obstante, ¿hay procesos semejantes en la fotografía? ¿existe la posibilidad de hallar incomodidades en las propuestas introspectivas?¿hay quien suponga que los problemas puedan solucionarse en forma repentina?¿es probable que alguien crea que la solución sobre la camarita o sobre la receta solucionaría la insatisfacción floreciente? ¿quién cree que el atajo soluciona? Esta persona ¿cree o construye?. Lamento el final preguntón. Los dolores me ponen así.

Muchas veces me he preguntado si tenía sentido escribir esto, si corregirlo, si publicarlo. Y la insistencia gana, siempre.

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3 Comentarios to “Perder un día.”

  1. Rubén dice:

    Los ardides del pensamiento suelen conducirnos por los atajos mas largos

  2. Ofelia dice:

    Juli, pienso que uno siempre tiene que ir poniendole un freno a la vida en el sentido de no dejar que se le vaya de las manos. Suele sucederme (y cada vez mas seguido) que siento que sumida en tanta rutina dejo de vivir, de llenarme de lo que me hace bien y rodearme de los que me hacen bien. Las verdaderas soluciones a los problemas importantes (y otros no tanto) solemos patearlos, dejarlos de lado y «atar con alambre» para salir del paso y seguir en el maraton. Lo malo es que la mayoria de las veces el hilo se corta por lo mas fino y uno vuelve al principio. Esto hace poco lo traspolé a mi vida y decidí poner los huevos sobre la mesa. Por eso la desición de darle un huelco a mi vida, de cambiar de rumbo. Por suerte encontré algo que me gusta hacer y quiero darle para adelante para ver hasta donde llego.
    En mi caso no puedo responderte a tus preguntas pero la fotografía terminó siendo una respuesta para muchas de mis preguntas. Por todo esto te agradezco!!
    Y nunca pares la maquina que es tu cerebro creador!!!!

  3. julian dice:

    Gracias por leer y muchísimas gracias por participar.

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