Julián Rodríguez

Algo del Maestro Antonio Berni para este blog, lamento la demora.

Arte y Mercado

(…) El arte no es una sucesión de expresiones estéticas separadas y autónomas, con sus límites precisos, sino un proceso en el que los conceptos en apariencia inmóviles se entremezclan y transforman sucesivamente en una operación intelectual dialécticamente manifiesta como reflejo mental y sensible de los cambios que se dan en la naturaleza y en la historia.

La dependencia del artista con relación al consumidor, que en cierta medida era una independencia en cuanto a intercambio, se ha transformado en una dependencia del artista con los nuevos intermediarios. No es el productor el que hace la venta directa de sus obras sino el nuevo intermediario, mercader, que las acumula, las regula y establece la cuota límite de saturación del mercado.

El público se acostumbra a medir con el dinero el valor de la obra de arte y el oro se va transformando así en la sustancia de la obra. De esta manera, inconscientemente, la obra es despojada de su específica forma por su equivalente: la forma oro.

Marx dice en El capital: «La circulación se convierte en la gran retorta social en que todo penetra para volver a salir cristalizado en dinero. A esta alquimia no resisten ni siquiera los huesos de los santos». El prestigio crea valores y los valores crean prestigio. El prestigio, aparte de los valores intelectuales específicos, es la resultante de inversiones de capitales y gastos publicitarios en diarios y revistas, publicaciones de libros o disimulada propaganda por TV o radio, inversiones que se incorporan como capital constante a la obra publicitada, contribuyendo al aumento de su valor de cambio.

Para la oligarquía del mundo colonial, los artistas no pueden ser otra cosa que rebaños, bien o mal alimentados, a cuyo cuidado colocan pastores con sus correspondientes policías ideológicos: los perros ovejeros. Una parte de nuestros críticos, historiadores y directores de instituciones culturales, los sostenidos por empresas y bancas imperialistas, hacen de agentes comisionistas de la ideología y la estética cosmopolita. Invitados a dar conferencias, organizar exposiciones o hacer de jurados en el plano continental (en todo esto no incorporan artistas), aplican como sátrapas la línea directriz del entreguismo ideológico y de la obediencia al amo imperial o a sus otros sostenedores, los mercaderes internacionales del arte. En esta especie incluimos al parásito que, sentado en su poltrona, entre un whisky, y un habano, pontifica y explota a los artistas y al arte escudado en cuatro libros leídos retorcidamente, y también a otros que, como porteros de grandes hoteles -se manejan con dos o tres idiomas, desde luego incluido el inglés- abren presurosa y ceremoniosamente las puertas a los huéspedes de la gran finanza internacional pero sin dejar de extender la mano para recibir la correspondiente propina.

No sé quien es el autor o la autora pero es la mejor foto que encontré del Maestro
Si alguien sabe algo acerca de la autoria de esta foto, les pido que por favor me lo hagan saber para poder pedir autorización y disculpas por el uso desautorizado

 

Arte, contexto y campo artístico

Recuerdo aquí una conocida discusión entre Bernard Shaw y su editor: hablaban de los derechos de autor.

El segundo, con la intención de sacar sus ventajas económicas, se refería al espíritu, al éxito y a las ideas geniales, tratando de halagar la vanidad del escritor. Bernard Shaw lo paró sorpresivamente diciendo: «¡Vea, amigo, no nos pondremos de acuerdo mientras usted se coloque en posición de escritor y yo de comerciante!».

El artista, en bien de su creación, debe encarar todos los problemas que conforman el ámbito de su trabajo. Es la defensa del propio territorio espiritual y de sus derechos a la vida y a la concreta libertad. Desahogarse libremente, sin acción, cada día, de manera verbal, frente a muros de piedras, es una libertad mutilada, situación en que se encuentra diariamente el intelectual marginado en una sociedad de valores impuestos, de famas abusivas y de gustos digitados.

Los intelectuales latinoamericanos suelen ser los mayores detractores del propio hacer continental, al tratar de sustituirlos indiscriminada y permanentemente con nuevas adopciones sucesivas de objetos e ideas internacionales de actualidad. Rechazan, junto con lo malo, todo lo bueno elaborado por nuestros padres. En Europa, particularmente en Francia, después del impresionismo, a un Cézanne no se le hubiera ocurrido negar en block esa escuela, ni a un Picasso negar la importancia de sus ascendientes próximos. Todos estaban de acuerdo en rechazar un solo mal y defenderse de él: la vulgaridad inconsistente del pompierismo.

El rechazo de lo que viene, por ser nuevo, es un error por parte de los que creen haber alcanzado la verdad definitiva; pero no lo es menos, de la otra parte, la negación de la totalidad del pasado.
Toda vanguardia deja de ser tal veinte o treinta años después de su aparición; otra la sustituye y, cuando falta ilación histórica, puede pasarse del rol de victimario a rol de víctima, por obra de la misma intransigencia usada con sus inmediatos de ayer. Es perjudicial la ceguera de algunos críticos y pintores frente a los problemas de fondo de nuestra cultura moderna en construcción, justo cuando en este plano nos encontrarnos en una desequilibrada relación de fuerzas.

El artista con su pensamiento y sensibilidad crea arte; la crítica y la filosofía se encargan de descubrir sus valores significativos y la parte de articulación que tiene con la totalidad de la obra comunitaria. Al Arte no se lo puede desglosar de las otras esencias y estructuras propias del lugar y del tiempo. La vanguardia no tiene la misma cara en todas partes; lo tomado por imagen de avanzada en un lugar, sofisticadamente en otro lado, puede ser la expresión de una retaguardia enmascarada.

Toda estética lleva contenida una ideología, manifiesta o no, porque toda forma contiene un pensamiento y una sensibilidad, cuya sombra se proyecta al igual que cualquier objeto; más grandes o más pequeña, más intensa o más desvaída, según la posición y el voltaje del foco que la ilumina.

En nuestra sociedad de promoción y consumo, las imágenes se diseñan como sombras chinescas sobre pantallas gigantes que poco dejan de adivinar lo duro, lo blando, lo metálico, lo chico o lo grande del objeto mostrado y publicitado, particularmente del objeto cultural donde la sugestión es avasallante.
Cuando un impresionista pinta un mantel blanco, no lo hace con un plano liso, sino manchando el blanco con tenues toques simultáneos de azul, amarillo y rojo; nace a continuación el puntillismo de Seurat y Signac, o sea, el divisionismo llevado [hasta] sus últimas consecuencias. El día tiene sus diversos momentos luminosos. Monet pintó catorce cuadros, tomando como tema la catedral de Rouan. Los cuadros resultaron totalmente diferentes unos de otros, pero no en cuanto al ángulo de toma o de encuadre, sino como expresión de distintos matices correspondientes a los cambiantes instantes del día: la madrugada, la mañana de sol, el mediodía, la tarde, el incendio de la puesta de sol, la penumbra del crepúsculo o la tenue luz de la noche lunar.
El estudio del color continuó desarrollándose; surgieron posteriormente teorías con nuevos principios de la colorimetría y la sugestión de lo cromático. Van Gogh, en una de sus cartas a su hermano Theo, lo intuyó claramente cuando dice que en un cuadro de un metro de lado una mancha amarilla de un centímetro cuadrado no tiene la misma vigencia que otra de cincuenta centímetros, concepto básico ampliamente desarrollado décadas después, en las obras cubistas de Picasso y Braque y de absoluta vigencia en todo el arte figurativo. No trataremos aquí el problema de la materia pictoral, ni de los juegos de arabescos ni de otras variantes de la pintura en general. Por encima de las teorías, el temperamento del artista se revela inexorablemente en la obra, ya sea por su tema, forma o cromatismo. Se descubre pronto la frivolidad, lo unipersonal, lo dramático, lo lírico o lo impulsivo. La gama de colores dominantes en Picasso denuncia al español temperamental e impulsivo; la de Braque revela la del francés en la fineza y la tranquilidad.

escrito por el Maestro Antonio Berni, que creo que tendría que haberse dedicado a la fotografía, también.

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2 Comentarios to “Algo del Maestro Antonio Berni para este blog, lamento la demora.”

  1. virgi dice:

    hoola muchas gracias sobre esto pero me gustaria q expongan mas cosas xx q no me ase nesesaria esta informacion muy buen ala paguia los felicito!

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